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La corrupción está en el individuo, como base de cualquier organización. Más allá de las organizacio


Existe una estrecha relación, insoslayable, entre la integridad y la reputación corporativa. Y ciertamente ello conlleva a la sostenibilidad del negocio. Por ello afirmamos que si una empresa privilegia su crecimiento económico, por encima de todo y contra todos, cediendo a las tentaciones de la corrupción, su reputación siempre estará en riesgo. En el análisis de riesgo corporativo este tema no debe ser menor. Sin embargo, actitudes temerarias, envueltas en procesos elusivos, santifican estas prácticas como necesarias y llegan a ser parte del denominador común de los negocios.

Cuando escuchamos a algunos asesores legales corporativos recomendar a los tomadores de decisiones sobre procesos legalmente riesgosos que lindan en comportamientos poco éticos, también los escuchamos manifestándonos los resquicios de la ley que se pueden optar para seguir con los procesos productivos. ¿Es ilegal? NO lo es. ¿Es controvertido? ¿Es inmoral? Absolutamente que si lo es. ¿Por qué sucede , entonces? ¿Por qué algunos country managers o directores de Asuntos Corporativos optan por estas prácticas?

Es cierto, desde la antiguedad, los procesos vinculados a los negocios, tienen un matiz de guerra: todo vale. La corrupción ha sido y sigue siendo parte de su comportamiento individual y colectivo. Sin embargo, ello no debería ser así. ¿Dónde está el origen del mal? ¿Qué debemos hacer para minimizarlo o eliminarlo? ¿Cuánto de ello puede aportar la regulación estatal? ¿Qué tipo de reflexión científica se debe hacer al respecto? ¿Tiene la corrupción una connotación sociológica, antropológica, sicológica o solo es parte del gen corporativo moderno? ¿Cuánto de ello debe aportar la neurociencia, por ejemplo?

En diversas investigaciones sobre el particular, se ha llegado al origen del mal, centrándose en el comportamiento individual. Algunos estudios manifiestan que las personas son menos corruptas cuando saben que pueden ser observadas. ¿Vigilancia continúa, entonces, como medio disuasorio? Se sabe que si no hay sanción social se naturaliza el delito y todo acto corrupto fluye con normalidad. ¿Mayor rigor en las leyes? Cuando se evidencia el comportamiento corrupto y se hace público, algo ayuda en disuadir a funcionarios públicos y ejecutivos corporativos a tener cuidado en caer en estas tentaciones. Pero hay otro tema de mayor profundidad que yace en el cerebro de todos nosotros como seres humanos.

Para Alicia Martos, sicóloga experta en proceso del comportamiento, nos dice: "La neurociencia nos revela que una pequeña región del cerebro, llamada circunvolución frontal inferior izquierda, se activa en mayor medida cuando realizamos una acción corrupta. Por otro lado la corteza dorsolateral prefrontal parece ser el área responsable de controlar nuestros impulsos más automáticos de represión y honestidad".

Según este análisis de la doctora Martos, "podemos relacionar la corrupción con la denominada disonancia cognitiva, que trata de comprender qué hacen las personas cuando se enfrentan a una información que crea estados psicológicos conflictivos. Los individuos que experimentan disonancia cognitiva pretenden reducir sus sentimientos de incomodidad intentado conciliar sus creencias y sus comportamientos conflictivos. Las personas en conflicto pueden llegar a crear mecanismos de conclusión y confirmación distorsionados con el objetivo de obtener pruebas que apoyen su teoría de acción correcta, creándose lo que se denominan ´sesgos confirmatorios´".

En otras palabras lo que los expertos nos dicen es que los corruptos no son conscientes de su comportamiento inadecuado. "Entonces, cuando las personas en conflicto no son conscientes de ello, no resulta probable que las campañas de transparencia y de lucha anti corrupción puedan modificar su comportamiento. Por otro lado, de manera consciente, aquellos que aceptan el soborno establecen juicios morales de acuerdo con pautas cognitivas diferentes de quienes lo rechazan. Los que aceptan sobornos responden al esquema moral cognitivo del interés personal mediante el filtro del lucro propio, predominando la perspectiva de la ventaja personal y extendiendo la preocupación solo a los conocidos y cercanos".

Entonces, como afirma Martos, "el camino que lleva a la corrupción es una combinación de un entorno propicio, una oportunidad y un tipo de personalidad que, superando el temor a un posible castigo, antepone el beneficio individual al interés de los demás y al cumplimiento de la ley. Para que una persona se corrompa se necesitan factores como poder, dinero y oportunidad. Sin embargo, no todo el mundo que tiene la oportunidad de infringir la ley en beneficio propio lo hace."

Nos queda, ante ello, varios desafíos. Aquí, algunos lineamientos para su profundización: En la base de la sociedad, el aspecto formativo-educativo es central. Las escuelas y las familias como los primeros entes de socialización del individuo tienen una gran responsabilidad. ¿Cuánto se hace desde estas dimensiones? En las Escuelas de negocio y de gestión pública, la incidencia que se debe dar a la ética y valores corporativos deben tener un enfoque de mayor relevancia y recurrencia. ¿Cuánto peso tienen los cursos de responsabilidad social, ética en la gestión, valores corporativos, gestión social responsable, entre otros, en los planes de estudios de estas escuelas? Los medios jurídicos deben endurecerse a tal punto de desincentivar todo nivel la incidencia de estos actos. Y finalmente, desarrollar un esquema de incentivos y promoción de actos éticos y ejemplares, desde la gestión pública y el sector corporativo, pasando por una alianza con medios de comunicación y el sector educativo, para integrar y fortalecer estas buenas prácticas. La pregunta es, ¿desde dónde debemos liderar esta propuesta integrada?.

Mientras sigamos pasivos ante estos hechos, poco podremos aportar para su mitigación. Y, por otro lado, si abordamos estos aspectos, de manera desarticulada o con una perspectiva "tubular" no podremos hallar la interdependencia de su génesis y la correlación de sus prácticas. Sabemos que estos aspectos se centran, es cierto, en el comportamiento humano, pero pueden ser gestionados mejor, si se abarca desde una visión multidisciplinaria, teniendo al individuo al centro.

Este es otro aspecto que profundizaremos en nuestro Programa de Especialización Aplicada: Diplomacia Corporativa y Sostenibilidad.


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