Buscando monedas donde alumbra la luz
El modelo económico. La institucionalidad.
La gestión de los riesgos.
La continua y rápida globalización de los procesos vinculados a las tecnologías de la información. La comunicación diversa e instantánea. Los modelos innovadores de finanzas. El sistema de transporte local y global con energías renovables. Los nuevos materiales. La robótica instalada en casi todos los procesos. Los nuevos valores recurrentes como la igualdad de género y aquellos que se instalarán en una economía donde la inteligencia artificial tendrá un rol permanente. Blockchain, bitcoin, knowmads, fintech, las FAANG etc. Todo ello, y algunas variables más, están cambiando casi todos los aspectos de cómo trabajamos, cómo nos comunicamos, con quién nos asociamos y cómo vivimos.
Estamos en el umbral de una generación de avances sin precedentes en todos los aspectos de nuestras vidas. Sin embargo, aún nos falta trabajar muchos temas vitales como la corrupción, la erradicación de la pobreza extrema, la prolongación de una vida más saludable y la reducción del hambre, en países en vías de desarrollo como algunos en América latina y gran parte de Africa.
Como vemos, hay profundas fuerzas que están modelando el progreso y desarrollo hoy en día. Pero, al mismo tiempo, aspectos tan preocupantes como la corrupción, el narcotráfico y los movimientos terroristas globales siguen preocupándonos por su emergencia generalizada y articulación global. Mención aparte lo tienen los desastres y catástrofes ambientales producto de un calentamiento global casi recurrente los últimos años. A pesar de ello, no salimos de la caja y nos mantenemos en la perspectiva tubular. Seguimos buscando las monedas donde solo alumbra la luz.
¿Qué debemos hacer, desde nuestros países latinoamericanos, para correr con el ritmo de los tiempos y enfrentar los flagelos, al mismo tiempo, con determinación y eficacia? ¿Hace falta, nuevamente, repensar la patria grande, desde una perspectiva interdependiente, alejada de pasiones políticas e ideologías baratas? ¿Qué hacer desde lo local para impactar en lo regional?
LOS TRES TEMAS
Para aprovechar toda esta energía positiva instalada en la innovación y nuevas tecnologías y gestionar mejor las emergencias, pensar como el siglo pasado ya es un despropósito muy peligroso. Las actuales administraciones deben enfocarse en la innovación de tres aspectos centrales.
El modelo económico
La institucionalidad
La gestión de los riesgos
El modelo económico
La economía y su modelo anacrónico debe cambiar, más aun, en un escenario totalmente disruptivo. Seguir pensando y actuando con los cánones tradicionales del siglo pasado, sustentados en clásicos, ya es un peligro continuo y un delito moral de nuestros gobernantes. Ahora que ha entrado en cuestión hasta el propio planeamiento estratégico como enfoque válido y único, así como las formas de comunicarnos y tomar decisiones rápidas, es impensable seguir actuando con recetas del mundo industrial. Los modelos de design thinking y los ejemplos de start ups lo vienen demostrando en todo el mundo.
Está claro que el único camino sostenible para crear autosuficiencia fiscal para individuos y países es a través del crecimiento económico inclusivo. Es cierto. Pero un crecimiento que converja a todos los actores productivos y que los beneficie en igualdad de oportunidades a todos -mujeres, jóvenes, comunidades nativas y minorías excluidas- y que lo haga conservando la biodiversidad y el ecosistema local, sin destruir el planeta. Para ello, un aspecto central en las nuevas inversiones son los enfoques sociales y ambientales que propugna Naciones Unidas en los 17 ODS, por ejemplo.
Debemos expandir y profundizar nuestra inversión en las cosas que sabemos que funcionan, y que son necesarias para crear empleos y crecimiento: desburocratización de procesos gubernamentales, modernización de los enfoques sociales y ambientales de las industrias extractivas, acceso a energías renovables y crédito barato, mecanismos de aprendizaje para el aumento en productividad y eficiencia; y un entorno favorable, alejado de la corrupción y la violencia. Ello exige políticas públicas de nueva generación con participación activa y plena de las organizaciones sociales de base y los gobiernos locales. Y un nuevo rol del sector privado.
El sector privado local debe seguir siendo el promotor de las inversiones, pero con un esquema de regulación que lo comprometa activamente en el proceso de desarrollo local. Estas cosas no se hacen bien de forma aislada. Es interdependiente y los recursos requeridos superan con creces los medios de cualquier actor individual. Por ello es pertinente la articulación e interdependencia de los sectores públicos y privados. Estrategias integradas a las que todos los socios puedan unirse.
Hay una recomendación fundamentalmente para nuestros países. Este esfuerzo debe dedicar especial atención al empoderamiento económico de las mujeres. Sin duda se debe pensar en la mayor inversión por dinero disponible. La última generación estamos viendo un progreso exiguo y preocupante en cuanto a seguridad personal, salud y educación para mujeres y niñas, especialmente de las zonas más alejadas de nuestros países. Para que nuestras naciones disfruten de los verdaderos beneficios de tener a esta importante población independiente debemos trascender el enfoque de asistencia y hallarnos en la incorporación a las mujeres en la economía, totalmente entrelazadas con el tejido político, social y económico de nuestras sociedades. Sólo así se les podrá blindar de la violencia. Sólo así se les podrá liberar de la recurrente exposición al maltrato. Sólo así se podrá obtener ganancias exponenciales en ingresos, productividad, salud, nutrición, educación e industria tanto para hombres como para mujeres, por igual.
Otro aspecto vital es el involucramiento y beneficios que deben obtener nuestras comunidades campesinas y nativas de los países latinoamericanos que tengan esta realidad, que son los más. Pero este es un tema que lo tocaremos con mayor profundidad en un artículo especifico, posteriormente.
La institucionalidad
El único camino sostenible en una era de vértigo y cambios traumáticos es a través de la consolidación de instituciones locales sólidas, efectivas y responsables. La propiedad privada local es la única propuesta genuina y válida para este sostén estructural que significa una férrea institucionalidad.
Pero esta propiedad privada local requiere instituciones inclusivas y competentes dentro y fuera del gobierno. Y ello atraviesa por dos conceptos claros e interdependientes: la gobernanza y la gobernabilidad. El factor más sobresaliente que separa a los países que están teniendo éxito de los que están fallando es la gobernanza y gobernabilidad. Por lo tanto, la atención a las instituciones -su legitimidad, capacidad operativa, profesionalismo y desempeño propositivo- debe impregnar toda nuestra estrategia y energía vital. Ya se sabe que la salud, la educación, el trasporte público, la energía, la agricultura o la preparación para desastres (léase Reconstrucción con Cambios, por ejemplo), la sostenibilidad del sector productivo (léase industria extractiva, por ejemplo), entre otros, depende de las instituciones y los sistemas construidos alrededor de ellos. Los objetivos de corto, mediano o largo plazo, diseñados por instituciones como CEPLAN, por ejemplo, se sentarán en bases frágiles de cristal sino se advierte la imperiosa necesidad de un sistema institucional fortalecido por la gobernanza y la gobernabilidad. ¿Cómo se logra ello? Aquí la política tiene mucho que decir. Y nuestros liderazgos, mucho por cambiar.
Ya hemos visto, como nuestras principales instituciones han sido dinamitadas por el flagelo de la corrupción. Es aquí donde hay un mayor desafío para desmotivar este lastre generalizado en nuestras naciones que ha fisurado la credibilidad de todos. Y la mayor brecha de credibilidad que enfrentan nuestras naciones involucra al sector privado. Recuérdese, que esto puede agilizar o paralizar un país, sabiendo además que las grandes inversiones esperan resultados a largo plazo y para ello necesitamos Estados sanos y libres de corrupción que garanticen la sostenibilidad de sus inversiones y emprendimientos. Esa es una preocupación grande y mayor.
De hecho, el avance hacia la autosuficiencia económica a través de una mayor movilización y utilización de los recursos internos en los países en desarrollo, como el nuestro está fuertemente vinculado a la gran inversión. Es quizás el desafío más importante de todos. A ello debemos apuntar.
La gestión de los riesgos
Debemos asumir riesgos, respaldados por más evidencia y más investigación. Hay grandes desafíos en el horizonte – nuevas economías, cambio climático, deforestación- que se resolverán solo mediante una acción colectiva que evalúe y acepte los riesgos. Simplemente no superaremos los problemas de alto riesgo con soluciones de bajo riesgo. Acometer es la palabra clave y contundencia es el ejercicio urgente.
A menudo se dice que la transformación digital o la diversificación productiva son procesos que debemos llevarlos a cabo paulatinamente. Ello es un error. El mundo no está esperando que los robots nazcan. Ya están aquí. Los ecosistemas de innovación, en nuestros países son precarios y la investigación para diversificar países como el nuestro, dependientes de la exportación de materias primas, ya están bastante avanzados en diferentes latitudes. Lo que se requiere es valentía y voluntad política para enfrentar procesos que revolucionen estas dinámicas de transformación digital y diversificación productiva. Aquí, nuevamente, el sector privado y los gremios deben cumplir un rol fundamental. El largo plazo de hace 10 años ya es el corto plazo de las decisiones de hoy. Y esto de la trasformación digital viene decodificando el futuro desde cuando salió a la luz el primer smartphone, hace mucho más de 10 años.
La pregunta es: ¿Qué hacemos con nuestros gobernantes para que entiendan y valoren estas dinámicas en su real proporción de urgencia e importancia? ¿Cuál es el camino para que se imponga la verdadera política y encamine la técnica en estas temáticas omnipresentes?
Hay una gran negociación pendiente que debe otorgar licencia para un mayor riesgo y flexibilidad a cambio de un mayor y más transparente uso de los recursos presentes. Esto significa una mayor asignación de dónde y cómo se usarán los fondos, según la planificación, prioridades regionales, estudios de referencia, participación de los interesados y objetivos claros de corto, mediano y largo plazo. También significa una revisión de dos aspectos largamente atrasados y precarios: El sistema de privatizaciones aún pendiente dirigido por Proinversión y el sistema de Inversión Social del Estado y el sector privado en comunidades campesinas y nativas donde existe actividad extractiva, principalmente.
Estos dos procesos están siendo gestionados de una manera muy precaria, lenta y onerosa. Y aunque les parezca mentira, estos dos aspectos pueden hacer un gran cambio en nuestro futuro económico inmediato. Ya detallaremos precisiones en nuestro siguiente artículo.