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¿Un Ministerio de Gestión Social y Convivencia Política?


El enfoque define el norte. La sola creación del Viceministerio de Gobernanza Territorial ya es, para nosotros, un despropósito. Estas tres secretarías: Descentralización; Demarcación Territorial y Gestión Social y Diálogo tienen un objetivo en sí mismo que, la mayoría de veces, han sido condicionadas por la contundencia de una de ellas: la gestión social para la mejor administración de conflictos, de todo tipo. Pregunto, ¿esta Secretaria de Gestión Social y Diálogo, la cual se responsabiliza de los conflictos y crisis sociales, tiene mayor peso específico en este nuevo Viceministerio?

La realidad social y política de nuestro país, con la fragmentación de poderes locales, regionales y nacionales; la escasa institucionalidad y permanente informalidad; el devenir de procesos cegados por posturas ideológicas; la orfandad de una visión compartida de país que configura un Congreso tan débilmente gestionado, en lo político; la preeminencia que se le viene dando solo al aspecto económico, regido desde el MEF; y la evidencia de la importante pérdida de oportunidades, de mayor crecimiento, que hemos tenido entre el 2004 y el 2014, aproximadamente; exigen darle la vuelta al esquema tradicional de gestión pública que promueve ese crecimiento económico sobre todas las cosas, a pesar de todas las debilidades. No digo que no es vital el crecimiento económico. Lo defiendo. Afirmo que la manera cómo se propone no es la adecuada por la estructura y enfoque con lo que se dinamiza su práctica.

Nuestro país, hace mucho tiempo que necesita un esquema específico, innovador, desde "fuera de la caja", que le brinde a un nuevo Ministerio las facultades de trabajar de la mano, con el mismo peso que tiene el MEF, el proceso de toma de decisiones que necesita el país. La sola visión econométrica del desarrollo y su probada efectividad ideológica, zigzaguea con preocupante desequilibrio en un camino de originales contextos y actores que necesitan, por un lado, una fuerte justificación teórica y práctica para arriar su bandera de radicalismos; y por otro lado, un potente esquema de negociación política que viabilice prácticas concertadas y de genuina aspiración pública.

La convivencia política es la base de cualquier esquema moderno de desarrollo económico. Lo hemos visto y lo seguimos viendo en diferentes partes del mundo. Lo estamos viviendo en este actual gobierno que, a pesar de las aprobaciones del Congreso a sus diversos postulados y planes (aunque ciertamente tal vez por esta evidencia que también encierra un cálculo político), camina a paso lento en su incapacidad de negociar, cuando lo amerita por su escaso poder; deponer, cuando es imprescindible y congregar cuando es impostergable. El juego político de intereses particulares y grupales bloquea mayores, pero necesarias iniciativas. Y lo vamos a advertir, también, sin ser un vidente, en la Reconstrucción con Cambios.

Postulo, por ello, de manera temeraria, a la creación de un nuevo Ministerio con un peso estratégico, tan fuerte como el MEF, y por ello, con una capacidad de vinculación con las otras carteras para este proceso tan dinámico y omnipresente como es la Gestión Social y la Promoción de la Convivencia Política ( a todo nivel, no solo desde la perspectiva extractiva). Este nuevo Ministerio deberá tener una permanente actitud de aglutinación que será determinante en la gestación de políticas públicas y la viabilidad de grandes programas y proyectos sociales y productivos.

Nosotros apostamos por un Ministerio de la Gestión Social y la Promoción de la Convivencia Política que lleve la batuta de todos los procesos que se necesitan para impulsar el desarrollo económico, el bienestar social y la protección de la biodiversidad, por ejemplo.

Ello significa, por esta misma razón de convivencia política, explorar en un esquema, altamente participativo, para su gestación. Todo ello lo afirmamos debido a que, por su complejidad, necesario dinamismo y severa exposición política, debe potenciar su legitimidad de origen.

Este nuevo Ministerio deberá concertar a niveles estratégicos (gobierno y congreso), en esferas operativas (regiones y provincias) y análisis de prospectiva (CEPLAN) la dinamización de los grandes programas y proyectos que necesita el país para su despegue socio económico y viabilidad social.

Los tiempos son otros y las dinámicas impuestas por nuevas megatendencias exigen pensamiento lateral e innovación continua en gestión pública que recoja aspiraciones, necesidades y expectativas, al unísono. La técnica debe cobijarse en la política sobre la base de la escucha activa de las calles y los nuevos medios que se tiene hoy para demandar acción pública.

No hay, desde el Estado, una reflexión mayor a estas nuevas complejidades que enfrentamos. Se viene abordando el proceso, con una mirada de muy corto plazo y con un preocupante sesgo ideológico que no permite una mayor perspectiva de lo que ya estamos viviendo y lo que potencialmente se nos viene. Este mundo y este país ya son otros, hace apenas poco tiempo y serán muy distintos, dentro de muy poco.

Un nuevo Ministerio, encargado de estos menesteres, podría en relevancia, por ejemplo, el cuello de botella de temas tan densos como la nueva descentralización, la inclusión generalizada, el nuevo rol que debe darse a las industrias extractivas, la necesaria promoción de la agroindustria, el fortalecimiento del comercio internacional, la diversificación productiva, en general; y/o el ordenamiento territorial en una perspectiva multisector. Se podría gestar a niveles de planificación, con CEPLAN y el MEF, para identificar el nudo georgiano de la lucha contra la pobreza y la promoción de la sostenibilidad.

Se reflexionaría desde dentro, al más alto nivel, y con un modelo de participación activa, los mejores mecanismos de lucha contra la corrupción que es el principal obstáculo a la eficiencia y eficacia de nuestra inversión pública nacional. En estricto, estaríamos poniendo en relieve la necesidad de una nueva estructura para abordar estos procesos sociales y políticos tan complejos en países como el nuestro, con una participación más activa y estratégica de todo el Estado que incluye, con certeza, a los gobiernos subnacionales.


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